Un buen presagio
Anteayer parecía que fuera a ser un enésimo día de la pandemia pero acabó con una sorpresa inesperada y todo gracias al tiro con arco.
Por la mañana llegaron nuestras nuevas alianzas. Tras 15 años casados optamos por renovar las que teníamos. Para ello elegimos a Lydia Ramos, que es muy reconocida en el mundo arquero porque ha diseñado trofeos, emblemas, pines y hasta fíbulas.
La idea del diseño es combinar la textura de la madera con una flecha y todo ello en oro blanco tocado por una piedra verde esmeralda en mi caso y dos lilas en el de Angela.
Esa tarde decidí ir a tirar con mi segundo longbow victoriano (recientemente bautizado como Girasol), con el que tengo momentos frustrantes pero otros de gran lucidez. Esa tarde fue especialmente buena, con una precisión digna de... de un longbow victoriano, porque precisos son si su fabricación es excelente y la técnica se porta.
Como iba con mi nueva alianza arquera jugaba a pensar que estaba todo relacionado. No soy nada religioso ni supersticioso pero eso no quiere decir que no fantasee con estos entretenimientos mentales.
Pasadas las nueve de la tarde y solo en el recorrido, llegué a las dos últimas dianas y escuché unos ruidos entre los árboles. Como no vi nada, supuse que era un conejo, pero es cierto que sentía una presencia más intensa. Estos ruidos los escuchamos muchas veces y no les damos mayor importancia pero en esta ocasión sospechaba que podía haber algo más tras ellos.
El caso es que me quedé quieto un par de minutos y no escuché ni vi nada más, de forma que concluí el recorrido justo al lado de las dianas de calentamiento.
Y entonces, cuando estaba poniéndome el gel hidroalcohólico para encaminarme al sendero de vuelta, me giré y vi cuesta arriba, a media altura, a una cría de Corza comiendo tranquilamente de una hermosa encina. Me quedé petrificado viéndola unos segundos y luego, con cuidado, saqué el móvil para grabar el encuentro. Tampoco quería molestarla así que cuando ella pareció alejarse, yo me fui hacia la salida coincidiendo con su trayectoria, pero en paralelo y la pude volver a captar.
Ahora bien, creo que en realidad vi a dos corzas y quizá al corzo macho o a dos corzas, madre e hija. Juzgad vosotros viendo el vídeo, que es de una calidad mediocre por la poca luz a esas horas.
Como si la mismísima Diana anduviera cerca. Fue un encuentro muy bonito, justo tras la puesta de sol, claramente beneficiado por la hora del día y la paz que han debido disfrutar los corzos estos últimos meses. Y, evidentemente, en mi cabeza están totalmente desconectadas las flechas a dianas de resina del recorrido con ver a este precioso animal. Lo único que quería era que durara lo más posible este regalo del duende del bosque. ¿Un buen presagio?