Volvimos a Sierra de San Vicente, unas flechas vespertinas en un fabuloso refugio arquero

En estos tiempos de pandemia hay que saber adaptarse constantemente y cambiar de planes vacacionales sin grandes dramas. Así nos ocurrió cuando tuvimos que reajustar, sobre la marcha, el destino en función de los días disponibles. En lugar de Cantabria pusimos rumbo al sur de Ávila para una escapada de fin de semana largo.

Elegimos un lugar discreto y apartado, igualmente azotado por el tremendo calor de estas semanas, llamado Casavieja, perteneciente a la comarca del Valle del Tiétar. No os vamos a engañar, el objetivo era básicamente "no hacer nada". Plan relajadísimo, lectura, buena cocina (hecha por nosotros) y paseos a la luz de una imponente luna llena. Sin embargo, estando a unos 40 minutos en coche de El Real de San Vicente (norte de Toledo) y del campo de Gonzalo, decidimos hacer una doble visita, a su envasadora de miel El Valle del Oso y a su recorrido 2.5D.

Angela con ganas de comenzar la supercata de mieles

Primero quedamos en la envasadora de la miel que él mismo produce o de la que es a su vez distribuidor tras llegar a acuerdos con otros apicultores. Fue una visita-tour exprés de lo más interesante y pudimos disfrutar de una cata de casi una docena de mieles. Aprendimos y disfrutamos mucho y llegó el momento de tomar una decisión sobre qué miel adquirir para el hidromiel que haremos este invierno. Hay que tener mucho cuidado con estas decisiones porque aunque el hidromiel es tan bueno como la calidad de la miel empleada, no es menos cierto que hay mieles que están deliciosas en boca pero que resultan inapropiadas para producir hidromiel. Por ejemplo, la miel de eucalipto o de anís puede estar riquísima, pero el toque mentolado se traduce en un hidromiel que "sabe a medicamento".

Cinco variedades de miel para envasar

Finalmente, optamos por 2 kilos de miel de flor de azahar, que es con la que más cómodos solemos estar aunque cada miel tiene su personalidad y veremos qué tal resulta ésta. Por calidad no hay riesgo alguno.

Restos de la cera de los panales tras retirar la miel

Después cogimos los coches y nos fuimos al campo. Llegamos pasadas las siete pero con la tranquilidad de contar con horas de luz aún. Nos acompañó aquí también Esther pero ella optó por seguir enfrascada en la lectura del libro Sakura, de Matidle Asensi, un plan que bajo el castañar del campo era igualmente atractivo.

Gonzalo nos acompañó en el recorrido de 24 dianas y pudimos disfrutar de una tarde memorable.

En primer lugar, el espacio natural del campo, un generoso castañar en la ladera tupido de multitud de plantas, arbustos y hierbas aromáticas, representa un entorno privilegiado para disfrutar de nuestros arcos. Ahora se dice más "Tiro con arco 3D" porque es la fórmula técnica pero en Sierra de San Vicente lo que toca es hablar de "Tiro con arco Bosque" sin lugar a dudas. Además, es una buena muestra de que un 2.5D de calidad se disfruta muchísimo y a las distancias a las que tiramos cuesta experimentar la diferencia entre puro volumétrico 3D y 2D recortado y con perspectiva.

Angela en un tiro con fuerte ángulo hacia arriba. Se nos dio muy bien a los tres.

En segundo lugar, porque el diseño del recorrido saca mucho partido del campo. El recorrido en sí trabaja casi siempre con tiros orientados hacia fuera del mismo con polígonos de tiro por cada propuesta bien separados y seguros. La variedad del terreno permite tiros picados, contrapicados, cortos, largos, limpios o sorteando troncos de árboles o follaje. El precio a pagar es que, sin ser un rompepiernas, el campo no es apto para todos los públicos. Hay desniveles que salvar que requieren rodillas en forma y atención a los resbalones pero el premio es siempre una nueva oportunidad para disfrutar de dos buenas flechas.

Una de las múltiples dianas. Ir a recoger flechas (cada una las suyas y manteniendo distancia) solía acabar con muy buen sabor de boca

Bajo la espesura del castañar, la temperatura era muy agradable, nada que ver con la solana de más de cuarenta grados del mundo exterior. Aquí, si sudábamos un poco, era por el esfuerzo físico de trotar arriba y abajo pero en ningún caso por el calor en sí. Y como el cielo estaba totalmente despejado, la luz que se filtraba era suficiente para darnos cancha hasta pasadas las nueve y media.

Gonzalo presta mucha atención a la siguiente flecha de Angela. Al fondo, el muro de piedra y más allá la carretera que indica que estamos casi en el punto más alto del recorrido

La verdad es que disfrutamos de bastantes buenas flechas. Gonzalo iba con su recurvo takedown, cuerda nueva y flechas de carbono. Angela con su arco "de viaje" Bearpaw Slick Stick, un longbow déflex-réflex con flechas de carbono. Yo iba con mi longbow Falco Saga y flechas de madera. Tres variedades complementarias, quizá faltaba un arco histórico...

De izquierda a derecha. El que escribe, Angela y Gonzalo. Tres estilos ante la misma diana en una propuesta muy picada

Los temas de conversación fueron múltiples y muy variados pero destaco los referidos a la fiebre del amarillo (Gonzalo señaló que mi artículo, entre otros, le había sido muy útil) y la carrera por resolver múltiples competiciones de 3D en estos meses por parte de la Federación. Por supuesto, también nos aventurábamos a juzgar la dificultad o no de cada propuesta y a comentar entusiasmados cada buena flecha del grupo, que era muy a menudo.

Propuestas así eran habituales, muy seguras y con "atrezzo" natural de lujo

Salvo alguna diana con algún fallo inesperado (o no, porque había retos muy interesantes), mantuvimos una consistencia bastante buena. Angela y yo, que hemos sufrido cierto parón estos meses nos defendimos bastante bien, y la gran mayoría de las dianas acaban aseteadas por nuestras seis flechas. No lo neguemos, si diana tras diana, vas acumulando buenas flechas, todo es más divertido, todo es más bonito y menos prisa tienes.

Gonzalo posando frente a un castaño que lleva en su familia varias generaciones

Y es que prisa, prisa, no tuvimos en ningún momento. Tan a gusto estábamos de charleta y de flechas, que eran las 21.30h y nos quedaban 7 dianas aún. Apretamos un poco (pero solo un poco) el ritmo y acabamos el recorrido intuyendo la última diana en una zona particularmente umbría a eso de las 22h.

Un buen ramo de flechas...

Bajamos a la cabaña que hace de punto de encuentro, ahí seguía Esther leyendo (pero dentro del 4x4 porque había bichos molestos) e hicimos repaso de cómo había ido la tarde, es decir, fantástica. Por la hora que era, no podíamos entretenernos mucho porque teníamos planes de cenar de vuelta en Casavieja así que recogimos todo, nos montamos en los coches y nos despedimos.

Tres flechas muy al comienzo del recorrido

Realmente este campo es una joya. Está algo apartado pero merece muchísima la pena ir. Tanto por el campo en sí como por el anfitrión, Gonzalo, que lo tiene muy cuidado y bien puesto, sobre todo pensando en tiro tradicional. El problema para nosotros es que tardamos una hora y tres cuartos en llegar desde casa y se hace durillo si no tienes un plan más amplio, como justo era el caso en esta escapada de desconexión. Pero que conste aquí que es una gozada de campo, lo descubrimos hace un año y lo hemos redescubierto de nuevo en esta segunda visita.

[Actualización 07 agosto 2020] A los pocos días de la visita, Gonzalo hizo efectivo el cierre permanente del campo para dar a la finca otros usos más prioritarios. Es algo que nos había confiado el día que estuvimos con él pero con la promesa de no desvelar nada hasta que él lo hiciera público. Así ha sido. Una gran pérdida para la familia arquera de 3D pero muy comprensible. Aquí en Aljaba siempre quedará un magnífico recuerdo.