El 1 de diciembre de 2019 pasará a ser una fecha a recordar por la Liga de Arqueros Históricos como la prueba de que esta afición por el tiro con arco histórico ha calado hondo en un numeroso grupo de gente.
Citados en Bastión de Alanos, ahora regentado por Natalia de Castro y Antonio Merino tras la cesión de Jacobo Arroyo, teníamos como objetivo que una veintena de arqueros y arqueras, la mayoría participantes de la primera liga LAH, confirmasen la buena salud de esta faceta del tiro con arco. Y para ello teníamos que enfrentarnos, no a la caballería francesa de Carlos VII, sino a una previsión metereológica con dominante lluviosa.
Lo que resulta a priori un handicap consentido en materia de arcos y flechas, se vuelve inmediatamente una cuesta muy arriba si le sumamos viento y lluvia. Y sin embargo, para orgullo del que escribe, tantas eran las ganas de vernos y de disfrutar de una tirada histórica, que acudimos prácticamente todos a la cita. Efectivamente, en un día de perros en el que los campos de tiro estaban vacíos, allí nos vimos bajo el chamizo de Bastión y parapetados bajo una colección de paraguas aquéllos que peor íbamos a negociar el chaparrón.
E incluso en esto hay clases y clases, ya que un arco nómada con pegamentos naturales es especialmente sensible a la intensa humedad relativa que acompaña a la lluvia. Estos arcos fueron en su día y son hoy muy resistentes y hace falta mucho más que un día de lluvia para desajustarlos, pero es fácil empatizar con sus dueños cuando prefieren dejarlos en el coche.
Esto no es baladí ya que la lluvia puede hacer que el escrúpulo de sus dueños impida que algunos arcos no se vean en el campo ¿estamos ante un problema de desigualdad de oportunidades? ¿o ante la máxima expresión de el carácter histórico y recreacionista de LAH? Un debate interesante que no tengo intención de abordar en este artículo pero que en el futuro analizaré con las tradiciones de otros países de nuestro entorno (spoiler: en España hay muchas ganas de arcos nómadas).
Para resolver la pequeña faceta de competición que tiene LAH, que la tiene pero es realmente minúscula aunque no es inexistente, es probable que finalmente decidamos que una puntuación de una tirada puede descartarse para el cómputo global. Todos intuimos cuál va a ser ésa, ya participáramos o no en la de Bastión.
Pero lo importante fue que ahí estábamos todo el mundo, con frío, algo de viento y una llovizna incansable, agradeciendo cada vasito de café de manos de Natalia, nuestra anfitriona esa mañana, y confiando en que no fuera a ir a peor. En fin, las ganas de tirar sin importar las consecuencias eran tan grandes que sobre las 11.30h se formaron las patrullas y nos metimos en el recorrido.
Angela y yo fuimos con Haritz y con Rafa "Ojo de Topo" y teníamos el Mollegabet de Angela y tres longbows laminados estilo victoriano para el resto. El recorrido, de 24 dianas, tenía las piquetas de WA y tirábamos desde la azul sin apenas problemas por ramas que obstaculizaran las consabidas parábolas de nuestras flechas. Se notaba que Antonio Merino había hecho un repaso con cariño los días anteriores.
Por mi parte, estrenaba arco nuevo, un longbow laminado victoriano por Hilary Greenland, recogido junto con el de José Picón la semana anterior en el taller de la arquista inglesa en Bridgwater, Somerset. Ya sabéis cómo es esto de estrenar arco, es la excusa perfecta para tener un mal día, algo que a lo que no necesitó recurrir José Picón a juzgar por los resultados que compartió más tarde. Bueno, yo sí que me apoyé en una de las excusas más habituales y más comprensibles, arco nuevo. En realidad, no tiré mal, pero las flechas se quedaban cortas o altas, el menor de tus problemas cuando apuestas por un arco de este tipo.
Lo que quiero asegurarme de transmitir era que bajo la lluvia y el cielo gris, caminando por la dehesa escurialense, estaba totalmente feliz. Cierto, las manos estaban incómodas, sí, las plumas de las flechas parecían escuchimizadas y despeinadas y las puntas acumulaban unos cuantos grains de más a base del barro que comían al fallar. Pero estar ahí, con ráfagas de lluvia, yendo de árbol en árbol buscando algo con lo que guarecerse, con los arcos y las flechas y el buen humor intacto me llevaron en volandas de propuesta de tiro en propuesta de tiro.
No siendo una tirada oficial, todas las apuestas habrían ido a por la cancelación de la tirada "social", pero ocurrió todo lo contrario, casi como una contestación. "Llueve ¿y qué? ¿no ha llovido en la historia del tiro con arco?". Bueno, eso, y que no estaba tampoco diluviando ni había un vendaval.
Los cuatro entablamos conversación muy rápidamente, hablando de todo menos del tiempo (mentira). Ya no recuerdo los temas, hace exactamente un mes desde la tirada, pero sí atestiguo que fue una patrulla agradable, relajada, muy de reírse de uno mismo y solidaria con las alegrías ajenas, muy en el estilo de LAH.
En algún momento nos acercamos lo suficiente a alguna otra patrulla que estaban en la misma línea, asumiendo el panorama sin el menor atisbo de queja y centrándose en disfrutar de la jornada arquera.
Como la lluvia ya había hecho acto de presencia los días y semanas previos, el verde estaba por doquier y el aroma a tierra mojada era omnipresente hasta el punto de que nos saturó la pituitaria y pasamos a oler solo la fragancia pura de la humedad con el intermitente olor al cedro, pino o bambú de nuestras flechas cuando pasaban cerca de nuestra cara.
Terminamos a la hora convenida, sobre las 13h, y todo el mundo parecía haber disfrutado muchísimo de la mañana. Conscientes de los retos adicionales y las molestias de la lluvia pero de alguna forma orgullosos de haberles hecho frente.
En lugar de esperar al resto y celebrar como en otras ocasiones una comida campestre, aguardamos a que suficientes patrullas hubieron terminado para dar indicaciones para la cata de hidromiel y comida posterior en el restaurante Los Cántaros, dentro de la urbanización "Los Arroyos" en cuyo extremo norte se encuentra el club.
Efectivamente, mis amigos de Grendel Hidromiel (aquí su facebook), con Pablo y Sara de representantes, habían acordado conmigo realizar una charla introductoria primero y una cata de sus productos después, antes de abandonarnos al menú pactado con el restaurante. Angela y yo los conocíamos de otros eventos previos relacionados con otras aficiones nuestras y siendo como somos, fabricantes caseros de hidromiel, nos parecía que podía combinarse muy bien como una actividad adicional a la tirada de LAH. Obviamente, en este orden, primero las flechas, luego el hidromiel.
Fuimos llegando en varios coches de forma escalonada al restaurante y ocupando una mesa bien larga en cuya cabecera habían dispuesto Pablo y Sara botellas de sus diferentes variedades, tarjetas de presentación, miel y atrezzo vario. A la charla y cata se sumaron algunas personas más que a la tirada de forma que teníamos una audiencia bien numerosa dispuesta a aprender y a degustar por igual.
Pablo nos habló de la historia del hidromiel en diferentes culturas, cómo hallazgos fortuitos en baobabs huecos con restos de miel de colmenas pudieron ser los primeros ejemplos de bebidas fermentadas con miel y levaduras salvajes. También se detuvo en la importancia en la cultura vikinga y su carácter casi místico ya que desconocían el proceso real por el que se generaba el hidromiel. Pasó de puntillas sobre el propio proceso químico pero dejó suficientes pistas para que la gente entendiera el esquema fundamental y llegó el momento de la cata.
La cata consistió en unas cinco variedades, algunas puramente experimentales y de poca salida comercial para Hidromieles Grendel, y otras más "bebibles" y de éxito asegurado para el público menos experto. Probamos hidromieles con notas de regaliz, frutos rojos y hasta de wasabi. Como sucede en las catas, el favorito para uno era el descartado para el otro y podías observar muecas de disgusto y desaprobación en la cara del de enfrente mientras tú apurabas sin remilgos el contenido del vasito de cata.
Ni confirmo ni desmiento que esto ayudó a que entráramos en calor a un ritmo acelerado, momento perfecto para concluir la cata, agradecer el tiempo y el producto a Hidromieles Grendel (la cata fue gratuita aunque había opción de adquirir botellas aparte, cosa que hicimos unos cuantos) y dar paso a primeros y segundos platos en una animada conversación que fue por barrios como es habitual con mesas tan alargadas. Angela, Haritz y Pepa hicieron de magníficos anfitriones y estuvieron de charla con Pablo y Sara, a quienes invitamos a comer, faltaría más.
Mientras comíamos, la luz iba a menos y la lluvia iba a más. Afuera empezó a diluviar cuando se suponía que debía haber mejorado con el paso de las horas. Caían cataratas de agua por los toldos y las fachadas y respiré aliviado de no haber tenido que enfrentarnos a eso horas antes. Creo que fue algo del karma, la lluvia se apiadó de nosotros al ver nuestra ilusión pero luego compensó desaguando medio cielo. Con el hidromiel, la sopa castellana, el codillo y el café, podía llover todo lo que quisiera ya.
Sobre las cinco o así tocaron a apoquinar y las cuentas salieron rápidamente, para alegría de todos aunque en parte ayudados por Haritz que puso de su bolsillo el acumulado de los "picos" a la derecha del decimal de los 20€ que marcaba la calculadora ¡Salve, Haritz!
Nos despedimos ya todos, sobre todo de Pablo y Sara, y con nuestro pequeño botín de botellas de hidromiel de café y frutos rojos y el buen recuerdo de una gran mañana arquera, corrimos hasta el coche antes de volver a casa y poner a secar arcos, fundas y flechas.
Fue un gran día, muy completo, y, si se me permite decirlo con la poca trayectoria aún que tenemos, muy LAH. Os dejo un vídeo de apenas un par de minutos para rematar el artículo.
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