Ninguno somos inmunes a este hecho. Hemos abierto el arco y anclado (ya sea "en vilo" o firmemente) e instantes previos a que se produzca la suelta, parece como si el brazo de cuerda cediera pero los dedos siguieran cerrados y al darnos cuenta se produjera una suelta de emergencia para un resultado habitualmente nefasto.

Hay muchas causas para esto, desde fiebre del amarillo (bloqueo mental al sentir que "hemos apuntado" y que "debemos soltar") hasta una gestión muy consciente de la suelta, pasando por una relajación de los músculos erróneos.

Vamos a distinguir entre dos acompañamientos una vez llegados al punto de anclaje.

Acompañamiento progresivo y casi imperceptible

Éste es muy habitual y prácticamente todos los arqueros que tiran tradicional lo sufren en alguna medida. Consiste en que, una vez llegamos a nuestro punto de anclaje, hasta que se produce la suelta vamos "cediendo" o "encogiéndonos" milímetro a milímento de forma que nuestra apertura se reduce entre un milímetro y dos centímetros en los casos más extremos.

Este acompañamiento suele tener una causa y dos problemas asociados.

La causa es no trabajar con el cierre escapular una vez anclados. En lugar de tender a un mayor cierre tras llegar al anclaje, abrimos escápulas ya sea porque encogemos pecho, adelantamos cuello y cabeza o pasamos a trabajar con el biceps del brazo de cuerda.

Los dos problemas son:

  • Una apertura variable que reduce nuestra consistencia en el tiro.
  • Un rendimiento del arco menor, especialmente problemático con arcos históricos, que llevan mal una primera recuperación de las palas antes de soltar la cuerda. En distancias a partir de 20 metros, puede suponer una diferencia de varios centímetros de altura por metro.

Los arqueros de arco recurvado "olímpico" con clicker o los poleas, no tienen este problema.

Si fuéramos capaces de tener este acompañamiento siempre igual, es probable que lo pudiéramos incorporar a nuestro particular estilo. He observado a bastante gente que lleva muchos años tirando compensar este problema porque siempre repiten el mismo gesto pero es asumir muchísimo riesgo y tiene el inconveniente de ser un síntoma de un pobre cierre escapular o "tensión de espalda".

Acompañamiento sorpresa y suelta de emergencia

Sobre este me quiero detener un poco más y es el origen del artículo.

Este acompañamiento suele ser más evidente porque se manifiesta como un espasmo de una fracción de segundo, no necesariamente muy espectacular, pero lo justo para que la mano de cuerda avance entre medio y un centímetro y, como reacción a ese gesto no buscado,  una suelta de emergencia sea inevitable.

Digo suelta de emergencia como una forma de describir lo que nos suele pasar por la cabeza cuando sentimos que tenemos el tiro fuera de control. "Antes de que vaya a peor, suelto ya". Prácticamente no tenemos opción, es como si el hecho de que la flecha hubiera avanzado un centímetro significara que "el tiro ya se ha producido" y solo nos quedara interpretar nuestro papel, aunque sea de mala gana, soltamos y que pase lo que tenga que pasar.

¿Por qué nos sucede esto? En principio se puede dar por dos motivos principales, ansiedad y foco consciente en la mano de cuerda.

La ansiedad se nutre de nuestra anticipación al momento de la suelta cuando nos aproximamos al punto en el que valoramos como buena nuestra postura para que la flecha impacte donde queremos. Esto, íntimamente relacionado con la fiebre del amarillo, genera una lucha entre nuestro cerebro programado que está deseando soltar la flecha y nuestra actitud consciente de "amarrar" el anclaje hasta que lo consideremos. En esa lucha dentro de una misma persona se dan los ingredientes para un acompañamiento sorpresa, espasmo y suelta de emergencia.

La otra razón, que también se da y quizá con mayor frecuencia para las personas que no sufren (aún, como diría Carlos Morillo) de fiebre del amarillo, es una focalización excesiva en la mano de la cuerda que hace que en el momento de relajar músculos, los que lo hagan sean del brazo y la espalda y no de los dedos. Es una relajación completamente opuesta a la deseada.

Lo que querríamos es relajar los dedos y que la tensión del resto de músculos tire de la mano relajada hacia atrás. El efecto contrario es una relajación de espalda y brazo mientras seguimos con los dedos en tensión, provocando que el arco y la cuerda tensada "ganen" su particular pulso con nosotros y se produzca este acompañamiento reducido pero súbito.

Es una sensación muy desagradable, de descontrol en un momento crítico, la suelta, y muchas veces la reacción no es otra que tratar de recuperar ese control relajando los dedos al tiempo que recuperamos la tensión de brazo (la única a la que podemos recurrir en ese momento caótico, la de la espalda está perdida) para intentar salvar los muebles.

A continuación os presento un vídeo que grabé a cámara superlenta en el que Xavi Fernández Buil tuvo uno de estos acompañamientos, inmediatamente diagnosticado por él mismo.



Ved qué bien se observa cómo los dedos no se relajan y acompañan a la cuerda apenas un centímetro tras la relajación de brazo y espalda, el arquero entonces se apresura a relajarlos mientras intenta hincharse de nuevo y recuperar el movimiento natural de la mano hacia atrás (pero sale forzado).

A velocidad normal, todo esto ocurre en una fracción de segundo, casi imperceptible y lo único que somos capaces de decir como espectadores es "has hecho algo raro" en el mejor de los casos.