Hace casi un año, exactamente el 30 de mayo (mi cumpleaños) conocí en Gales el club Wye Valley Archery Centre y en seguida supe que querría poder volver con Angela en algún momento. Lo cierto es que pude volver meses más tarde pero lo hice solo y no ha sido hasta este fin de semana que hemos podido encajar el plan para ir desde el sábado hasta el lunes por Gales no solo para tirar en este campo sino para encargar dos arcos tradicionales a una mujer fabricante de arcos, Hilary Greenland (pero de esto hablaré en otro artículo).

Desde Londres salimos en un coche (tanqueta) alquilado y en unas tres horas largas, debido al atasco de salida de Londres, conseguimos llegar al pueblecito de Shirenewton, en Gales. Es en este pueblo donde íbamos a dormir en un hotel y donde se encuentra este club de tiro con arco. La particularidad del Wye Valley Archery Centre es que no es un club como tal, es más como una empresa dirigida por Lee que da la bienvenida a arqueros 3D de todo tipo. Él se encarga de mantener un terreno para tiro con arco espectacular y simplemente cobra cada vez que alguien pasa el día en él, así de simple.

Nos hizo un tiempo impresionante y siendo mayo el campo todo él se veía precioso. Angela justo estaba sufriendo el azote de un catarro inclemente (lo sé porque yo llevaba casi dos semanas con él) y la verdad es que pensaba que eso iba a estropearlo todo. Afortundamente, no fue así gracias a una buena dosis de drogas (y al buen tiempo).


Una zona del campo, con el tractor que sirve para cortar la hierba cuando está muy alta

Nos levantamos el domingo sobre las 9.30h y llegamos al campo a las 11, una hora más tarde de lo que habíamos planeado pero era mejor que Angela pudiera descansar, tiempo habría para tirar todas las flechas que quisiéramos.

Cuando llegamos, Lee me reconoció y nos dio una calurosa bienvenida. Nos prestó un carcaj de cintura puesto que solo llevábamos uno por no complicar el equipaje. Días antes yo había volado con el arco de Angela, el Bodnik Slick Stick de Bearpaw, metido en un tubo pequeño para cañas de pescar que compramos de segunda mano la semana anterior y que funcionó perfectamente. Mi Falco, sin embargo, se quedó en Madrid porque desde hace meses tengo un Bucktrail BlackHawk simplón en Londres que me sirve para quitarme el mono y con las flechas apropiadas tira relativamente bien.


Una diana con musgo

El campo tiene 40 dianas en dos tramos, uno de 12 dianas y otro de 28. Lo que hicimos fue empezar por el de 12 tras calentar un poco y luego fuimos directamente al tramo de 28.

Era exactamente como había soñado que fuera. 25 grados, algo de brisa, campo florido, tiros preciosos, Angela y yo juntos con nuestros arcos y encima Angela muy concentrada y tirando flechas magníficas. Yo he tenido días mejores pero también tuve mi dosis de buenas flechas y gritos de júbilo, sobre todo por la tarde.

Hicimos una pausa para comer y Lee nos recomendó un pub a 10 kilómetros donde trabajaba su hijo. La verdad es que comimos bastante bien dentro de que era un pub inglés/galés y la variedad de la carta era escasa pero entre que la materia prima era muy correcta y la cocina no se portó mal, nos fuimos bastante satisfechos.

El ambiente ese día en el club era magnífico, con bastante gente (y la mayoría joven) charlando, descansando, comentando cualquier anécdota del tiro con arco (tenían sus chanzas, como pasa en todos los sitios) y se respiraba una atmósfera relajada y muy hospitalaria.

Tuvimos una luz suave tanto por la mañana como por la tarde, con las obvias diferencias de "color" que eso producía, cambiando significativamente el aspecto del campo y de unas cuantas de las propuestas de tiro.

El plan de la tarde era volver a hacer el tramo de 28 dianas pero no lo hicimos inmediatamente después de volver de comer, habíamos pactado una hora de relax.

Y fue perfecto porque un joven arquero de la zona se ofreció a enseñarnos una antigua capilla del siglo XII que se encontraba siguiendo un sendero en un extremo del campo. Al parecer, Lee está obligado a hacerse cargo del mantenimiento de esa capilla a cambio de poder operar el resto del terreno para beneficio propio, algo que Lee aceptó sin dudarlo.

Angela disfrutó mucho del campo y también de su día como arquera. Desde luego no parecía que estuviera con el embotamiento propio de un catarrazo. Exceptuando una tendencia reciente a tener el codo un punto respingón que aumenta el riesgo de perder un cuarto de pulgada de apertura y tener una suelta menos limpia, lo cierto es que acribilló a prácticamente todo lo que se puso por delante. Hay que recordar que en este campo juegan con distancias muy largas, más incluso que las de IFAA pero nosotros optamos por tirar desde la plancha o piqueta blanca que en términos generales se parecía a IFAA o entre la roja y la azul en WA.

Fue un día fabuloso. Nos hartamos de tirar flechas y de disfrutar de nuestros arcos en el extranjero, algo que buscamos siempre que tenemos oportunidad. Charlamos con gente de la zona, disfrutamos de su hospitalidad, comimos de maravilla y para terminar nos fuimos a visitar un castillo en el cercano pueblo de Caldicot, al lado de una taberna que nos preparó unos platos de pollo asado con mermelada de naranja, hojaldre al horno de queso de cabra con verduras y unas cervezas y sidras deliciosas.

Estoy seguro de que volveremos a este lugar, es como un pequeño santuario arquero que te revitaliza completamente.

Os dejo con un vídeo de cinco minutos con algunos momentos extraídos del domingo.