Llegó la pandemia, el estado de alarma y el confinamiento. En el aspecto laboral estábamos preparados y, tanto Angela como yo, en nuestros respectivos trabajos pudimos sortear el shock de pasar a teletrabjar y gestionar todo sin apenas salir de casa.
Yo tuve claro que lo que iba a echar más en falta era poder ir a salir al campo a tirar con arco. Luego vino toda una serie de proyectos solidarios y de apoyo mutuo para gente especialmente vulnerable por la COVID-19 y la verdad es que no tuve mucho tiempo para pensar en ello.
Esto hizo que me metiera muy poco en facebook, porque saco poca cosa positiva de esa red social salvo lo relacionado con el tiro con arco. También dejé de ver vídeos en Youtube de tiro con arco porque me dejaba una sensación muy rara de "no estoy disfrutándolos de verdad".
Me preguntaba a veces ¿se me olvidarán aspectos claves de la técnica? Justo antes del confinamiento estaba muy satisfecho con algunas mejoras en ese sentido y una referencia para el punto de anclaje más cómoda. ¿Qué pasaría con eso? Si os soy sincero, no me preocupó tampoco mucho porque tres meses sin tirar teniendo una buena base es como un invierno especialmente frío y lluvioso para un arquero de bosque.
Finalmente los clubes empezaron a poder abrir para deportistas federados, co reserva previa y medidas de higiene especiales. Arqueros de Madrid nos envió una circular a los abonados y me enteré de planes semejantes en otros clubes de mi entorno. Como yo había sido muy escrupuloso con seguir todas las recomendaciones de las autoridades sanitarias, me planteé si habría algún riesgo no controlado así que me fui entre semana y a las 8 de la tarde para un primer reencuentro "controlado".
La verdad es que el club se había puesto manos a la obra. Zonas balizadas, gel hidroalcohólico, desinfectante para parapetos y dianas y unas normas muy específicas de distancia física y uso de mascarillas.
Lo más llamativo, con diferencia, eran los sprays desinfectantes al lado de cada diana para pulverizar la diana o el parapeto antes de extraer las flechas.
Aquí la pregunta que te hacías era ¿qué riesgo estoy asumiendo? Pongamos que nadie hace caso de nada pero yo sí ¿es suficiente? Recuerdo ese primer día que una persona me recriminó que no me pulverizara las manos con el espray desinfectante destinado a los parapetos de calentamiento, cuando la circular decía que eso era para los parapetos y dianas, no para las manos. Entonces pensé "vamos a dar por hecho que la gente o pasa del tema o no aplica bien la circular" y reflexionar sobre si estoy siendo un irresponsable o un imprudente al venir al campo de tiro aunque yo siga a rajatabla las medidas del club.
Confirmé rápidamente que había hecho bien en planteármelo así... Y al mismo tiempo vi que era relativamente autónomo en cuanto al riesgo que yo asumía y que yo trasladaba en mi entorno si seguía las medidas del club.
¿Y las sensaciones al volver a tirar tras tres meses? Muy extrañas. Por un lado, familiaridad y cercanía con la actividad en sí y, por otro, como si estuviera viendo una película y yo no estuviera allí de verdad. Iba de diana en diana con una rutina perfectamente aprendida pero en mi cabeza era como si fuera una marioneta medio dormida. Pero había momentos, de pronto, en donde estaba exultante. No por una flecha en sí, sino... no sé, por reconocerme de verdad ahí, que estaba pasando, que estaba haciendo un recorrido 3D cerca de la puesta de sol, tras 3 meses saliendo de casa a comprar la comida y a sacar la basura y ya.
Sobre todo lo verde que estaba el campo (mayo) y su fragancia ayudaron a tener esos momentos como de sueño lúcido. Iban y venían porque en el fondo "algo no cuadraba". Aunque lo de menos eran las flechas ese primer día, la verdad es que ayudó que se me diera muy bien. De hecho, percibí cierta relajación, menos impulsividad... casi diría que me había venido hasta bien el parón.
Con todo esto volví a casa y se lo comenté a Angela para proponerle ir a esas horas tipo las ocho de la tarde. Coincide con la hora a la que cenamos pero a cambio apenas hay gente y la luz es fantástica.
Con este plan fuimos otras dos veces en diez días y fue realmente fantástico. Acabábamos cansados porque habíamos estado muy quietos todo el confinamiento pero de sensaciones muy bien. Angela volvió a demostrar que la que tuvo retuvo, pero para eso ya estaba yo preparado. Fue sobre todo una salida juntos de paseo en donde además tirábamos con arco, más terapéutico que otra cosa, pero nos vino estupendamente.
Otra opción era ir muy pronto por la mañana, tipo las 7, y también fue fantástico pero aquí Angela declinó amablemente la oferta y en su lugar se animó a salir por primera vez en meses Yamila.
La suma de una primavera en la que ha llovido con cierta cantidad junto con la ausencia de gente en el campo y horas o muy tempranas o muy tardías hizo que se pareciera un poco más a una ruta senderista y menos a una romería. Pero llegará el momento en el que lo que haya es precisamente ganas de verse mucho con la gente con la que tienes más relación porque hay un buen rollo que es alimento emocional y de eso ahora vamos algo escasos.
Contrariamente a lo que yo pensaba, no estoy con ganas de darme atracones de ir a tirar. Eso en realidad me gusta, una vez a la semana, un recorrido, todo muy tranquilo. Así que poco a poco vamos volviendo y recuperando las imágenes y sensaciones tan características del tiro con arco 3D, pero sin prisa. 2020 me lo tomo ya como un año de bajo perfil, en parte porque la COVID-19 sigue ahí fuera, tampoco hay que darle mucho al tarro. Aprovecharé para avanzar en cuestiones más teóricas o de historia y etnografía. Sobre este punto, por cierto, en los próximos meses habrá un gran anuncio pero ahora mismo no puedo desvelar nada...
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